EUCARIS CAICEDO
EL PAIS/ REVISTA FARODEPORTES
Andrés pasaba horas jugando con las hormigas en el patio de
la casa de su abuela. Tenía cinco años y no entendía muy bien por qué, de un
momento a otro, se armaba un alboroto de los mil demonios y toda la familia se
reunía alrededor del televisor y le gritaban para que dejara las hormigas y
viera la carrera de su mamá en quién sabe qué país de Sudamérica, en Moscú o en
la capital de Finlandia.
Fabio era todo un personaje entre los profesores de su
escuela en Guacarí. Su mamá fue campeona nacional, suramericana y panamericana
de atletismo en 100, 200 y 400 metros planos durante 16 años.
Eucaris Caicedo empezó su carrera cuando tenía 15 años y se
escapó corriendo de la correa de su abuelo por culpa de una travesura que ella
ya no recuerda. Don Aquilino la persiguió durante horas y no hubo nada que
hacer: su nieta tenía las piernas de una gacela.
Entusiasmado con el descubrimiento de su padre, Primitivo
Caicedo, le dijo al profesor de educación física de la escuela donde su hija se
pasaba el tiempo entre libros de matemáticas, que tenía en sus manos a una
campeona.
Y tuvo razón. Ese mismo año Eucaris terminó de segunda en
los juegos intercolegiados con los 400 metros planos porque apenas estaba
calentando.
Unos meses después ya era campeona municipal, departamental
y una de las piezas claves para la Selección del Valle en los Juegos
Nacionales, tanto que impuso nueva marca nacional en los Nacionales de
Villavicencio y se ganó el derecho de ser la suplente en los Juegos
Panamericanos de 1971 de Juanita Mosquera y Elsy Rivas, otro par de gacelas
vallecaucanas que en los años que vendrían se turnarían de cuando en cuando el
primer lugar en todos los torneos nacionales.
A Eucaris nunca le gustaron las medallas, le gustaba ser
recibida como una reina luego de cada torneo, subirse en el carro de bomberos
de Guacarí y pasearse por el pueblo repartiendo besos a diestra y siniestra y
regalándole a cualquiera esas medallas de oro que en dos días se iban poniendo
negras. Recibir invitaciones de la Casa de Nariño y a los mismos periodistas
que de tanto verlos se le volvieron familiares. Pero correr por amor a la
camiseta del Valle, sentirla y darlo todo no se le compara a nada.
Como por ejemplo en 1975, en los Juegos Nacionales de
Pereira, cuando a pesar de tener cinco meses de embarazo y haber peleado con
uno de los médicos de la Selección, se llevó para el departamento todo el oro
que pudo para con el resto de deportistas colocar al Valle como la mayor
potencia deportiva de Colombia.
Este año, mientras Eucaris se tomaba un descanso para ver el
noticiero luego de terminar de medir más de 200 contadores de acueducto y
energía, no pudo dejar de frotarse las manos y contener las lagrimas mientras
toda la delegación cantaba el Himno al Valle del Cauca y todo el departamento los
aplaudía por acabar de una vez por todas con la hegemonía de los paisas,
repitiendo esa misma hazaña de la que ella fue protagonista en el 75.
Eucaris se retiró del atletismo en 1987, consiguió trabajo
como mensajera en Emcali, pasó a repartir recibos y ahora es la única mujer que
trabaja como lectora de contadores de energía y acueducto. Desde las siete de
la mañana tiene la misión de pasar por 265 casas en cualquier barrio de la
ciudad, volver con los datos a la empresa y correr a su casa en Mariano Ramos
para ver en qué van los trabajadores que la están remodelando para que ella
pueda tener espacio para sus bifloras.
Del atletismo solo le quedan sus recuerdos, una
impresionante colección de licores de todos los lugares que visitó y sus dos
trofeos más preciados: Fabio y Andrés, sus hijos.
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