La lucha interior
Se cuenta que en una ocasión un viejo anacoreta o ermitaño…
es decir, una de esas personas que por amor a Dios se refugian en la soledad
del desierto, del bosque o de las montañas para solamente dedicarse a la
oración y a la penitencia… se quejaba de lo mucho que tenía que hacer…
La gente del pueblo cercano, al escuchar su queja, preguntó
cómo era eso de que en la soledad estuviera con tanto trabajo… el anacoreta les
contestó:
– “Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas,
mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter
a un león.”
– “No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives –le
respondieron– ¿Dónde están todos estos animales?”
Entonces el ermitaño les dio una explicación que todos pudieron
comprender… porque todos los hombres también llevamos estos animales en nuestro
interior…
– “Los dos halcones –les dijo– se lanzan sobre todo lo que
se les presenta en frente, bueno y malo… así que tengo que domarlos para que
sólo se lancen sobre una presa buena… son mis ojos…”
– “Las dos águilas, con sus garras, hieren y destrozan todo
lo que toman… tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y
ayuden sin herir… son mis dos manos…”
– “Los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los
demás y esquivar las cosas que les parecen difíciles… así que tengo que
enseñarles a estar quietos, aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier
cosa que no me guste… son mis pies…”
– “Pero lo más difícil es vigilar la serpiente, pues aunque
se encuentra encerrada en una jaula de 32 varillas, siempre está lista por
morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula… si no la vigilo
de cerca, hace daño y lastima… es mi lengua…”
– “El burro es muy obstinado y no quiere cumplir con su deber…
pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día… ese es mi
cuerpo…”
– “Finalmente necesito domar al león, pues quiere ser el
rey… siempre quiere ser el primero, es vanidoso y orgulloso… es mi corazón…”
Menuda tarea la del anacoreta… y la nuestra, pues al igual
que él, nosotros también tenemos que domar las “fieras” que llevamos dentro… de
eso se trata la “conversión” de la que hablamos en este tiempo de Cuaresma… de
ir muriendo a nuestros apegos y pasiones, para dejar que Jesús viva en nosotros…
y así, con san Pablo, decir: «ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en
mí»
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