PLANETA REDONDO: ¿QUIÉN QUIERE MATAR A TINO ASPRILLA?
CLARIN/ REVISTA FARODEPORTES
El delantero colombiano fue una
figura central del fútbol mundial en los años noventa. Ahora es noticia por
otra razón: una banda asociada al narcotráfico lo amenazó de muerte. Y él no
sabe qué hacer.
El papel que le tiraron debajo de
la puerta tenía un mensaje inequívoco. Decía que lo querían matar. Que lo iban
a matar. Llevaba una firma, la de un tal Porrón, el Patrón del Mal en la ciudad
de Tuluá, en el Valle del Cauca. Allí donde Colombia vive entre los vaivenes de
sus encantos perpetuos y de sus dolores cotidianos. Faustino Asprilla agarró el
papel, lo leyó. Sintió lo peor: que se moría un poco.
Un rato antes del papel en
cuestión, el de la amenaza, otros dos autos se habían acercado hasta la casa del
exfutbolista. Adentro de los vehículos había cuatro hombres. Iban encapuchados.
Otros se manejaban en moto. Hablaron con un empleado de la propiedad. Le
ofrecieron un número de teléfono y una nueva amenaza. Que Tino llame. Que si no
llama lo van a matar. A él. A su familia. A todos los que el crack de otros
días quiere. Los viejos ritos del narcotráfico, otra vez en la escena.
Asprilla tuvo miedo. Tiene miedo.
Y una angustia que le lastima el alma y su vida de todos los días. "Es uno
de los momentos más tristes de mi vida. Me toca abandonar mi propia tierra,
Tuluá, por ser víctima de extorsión de un grupo de antisociales. Mi familia fue
amenazada delante de mí, mi padre, mis hermanas. Dediqué toda mi vida a
representar a mi país en el exterior, a darle alegría a mi pueblo colombiano.
Cuando por fin me dispongo a descansar, a retomar mi tiempo perdido con los
míos, soy obligado a salir por la puerta de atrás de mi propio pueblo", se
expresó Asprilla a través de un comunicado publicado en su web personal. Tenía
decidido partir de la ciudad. No sabía bien adónde. Pero por un rato creyó que
Tuluá había dejado de ser su lugar en el mundo. Después, desistió. Y ahora
sigue ahí, resistiendo ante los bandidos y frente a sus propios temores.
Asprilla -aquel crack que Europa conoció- vive preso de una cárcel construida
por delincuentes.
Sucedió la semana pasada. Pero
también antes. No puede estar cómodo en su ciudad. Esa a la que paseó como
embajador sin cargo por todo el mundo. Fue a hablar con las autoridades locales.
Hizo la denuncia. Cuentan que lucía desesperado. El director de la Policía de
Colombia, Rodolfo Palomino, dispuso que el Departamento Antiextorsión se
pusiera a cargo del caso. La Policía del Valle del Cauca también se manifestó:
"Estamos liderando una investigación contra los responsables de este hecho
y se le está brindando seguridad a la familia". Tino tiene una ventaja: es
famoso. Y a diferencia de tantos otros invisibles de idénticos territorios, las
respuestas desde los espacios de poder le llegan más rápido.
En los medios locales, y también
en las calles de la ciudad, se ofrece una recompensa para capturar a quien
todos saben que está detrás de las amenazas. Es el que firmó, ese tal Porrón,
quien es señalado como el líder de la Banda de los Rastrojos. Tiene 33 años, se
llama Óscar Darío Restrepo Rosero y es la nueva cara del horror en este
territorio de Colombia. "En su época, todo en Tuluá era supervisado por
Beto Rentería y los Comba, pero con la captura de estos capos, todos querían mandar
en Tuluá. El ascenso de Porrón, quien empezó como mandadero y luego se
convirtió en sicario, hizo que este hombre empezara a pedirle vacuna hasta
personas que contaron con la protección de Beto o a narcos retirados como
(alias) Banana", señala una fuente citada por el diario El País, de Cali.
En ese escenario, ahora Asprilla es una de las víctimas.
El caso conmueve a Colombia. El
diario El Tiempo, de Bogotá, en algún tiempo víctima del Cartel que que
lideraba Pablo Escobar, señaló en su editorial sobre el Caso Asprilla:
"Aquí hay que decir que así como en otras ocasiones se le han reprochado
al Tino sus salidas en falso, esta vez hay que decir que al denunciar, y con
nombre propio, el asedio del que él y su familia estaban siendo víctimas obró
de la mejor manera, como un ciudadano valeroso. La reacción que él tuvo tiene
que servir de ejemplo para todos aquellos que son víctimas de este delito que
viene en aumento, que se calcula que puede mover anualmente hasta 2 billones de
pesos y que, lamentablemente, tiene un índice muy bajo de denuncia: solo uno de
cada cinco casos". Tino es uno de los que dio la cara.
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