El sentido del trabajo
Un día quise ver a mis tres amigos, que trabajaban en una
obra de construcción, cerca de mi casa. Hacía mucho tiempo que no los veía, así
que no sabía qué era de sus vidas. Casi a la entrada, en una postura de
comodidad, me encuentro al primero.
«¡Hombre, qué alegría verte!», le dije, mientras le daba un
fuerte abrazo. «¿Cómo te van las cosas?»
«Aquí ando, trabajando y sudando como un negro, ya me ves.
Como un idiota, esperando largarme cuanto antes».
Doy tan sólo unos pasos y allí, en un andamio, a escasos
metros del suelo, encuentro al otro viejo amigo.
«¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Cómo te va?»
«Pues hombre, ya ves. Las vueltas que da la vida. Hay que
hacer algo, ¿no? Hay que ganarse el pan y mirar por los hijos. Es ley de vida»,
me dijo.
Levanto la vista y allá arriba, en una postura de difícil
equilibrio, veo a mi otro amigo. Sintió una enorme alegría al verme y, con una
gran sonrisa y una voz potente, me preguntó cómo me iba, cuándo nos veríamos
más detenidamente. Y para terminar, me dijo:«Aquí estoy haciendo un escuela
bonita, bonita, bonita... ya verás qué escuela».
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